Crisis de radicales


"En Italia, el fútbol está en manos de los ultras" (Fabio Capello, entrenador y exfutbolista italiano)

La relación entre el fútbol italiano y la violencia se extiende desde hace años. Los episodios en los que el deporte se ve empañado por la acción de radicales no son un hecho aislado en ninguna de las ligas de fútbol europeas, sin embargo, mientras en países como Inglaterra, Alemania y España se han intensificado en los últimos años los esfuerzos para paliar esta lacra, los ultras siguen dominando con fuerza el mundo del fútbol en Italia.

Materazzi (Inter) y Rui Costa (Milan) observan bengalas lanzadas por los 
ultras sobre el césped del estadio San Siro

El último gran incidente que ha ensombrecido el "calcio" ocurrió en la dantesca final de Copa que enfrentó el pasado mayo al Nápoles y la Fiorentina en el Estadio Olímpico de Roma.

El resultado de lo que se debería presumir como la fiesta de fin de curso del año futbolístico italiano terminó con un aficionado napolitano muerto y otros tres heridos por disparos de bala, tras el encontronazo en las horas previas al partido de los ultras del Nápoles, la Fiorentina y la Roma, equipo local del estadio sede de la final.

El odio y la fiera rivalidad existente en Italia sobrepasan los límites de lo deportivo de manera ostensible. Para Alberto Giorni, periodista deportivo italiano, Italia es "el país de los mil campanarios". El choque entre las ciudades no se limita solo a la tradicional y descarnada confrontación norte-sur, sino que afecta incluso a ciudades apenas separadas por unas decenas de kilómetros, como es el caso de Verona y Vicenza o Venecia y Treviso.

Como añadido a este demencial y exacerbado sentimiento patriótico, la presencia de organizaciones criminales como la Mafia dentro de los sectores más radicales de algunos equipos es lo que termina por agitar un peligroso cóctel que a lo largo de la historia ha dejado numerosas tragedias entorno a los campos de fútbol de todo el país.

Tras los incidentes previos a la final de Copa 2014, nadie estaba plenamente convencido de que el partido se fuese a jugar, debido a que la hinchada napolitana se encontraba molesta y revuelta. Frente a tal situación, y ante la atenta mirada de miles de aficionados en el estadio y de todo un país a través de la televisión, el capitán del Nápoles, Marek Hamsik, acompañado de policías y dirigentes, se acercó al líder de los ultras del conjunto napolitano para hablar de lo sucedido. Subido en lo alto de una verja, comandando a sus seguidores, tal y como hicieran en el pasado los emperadores romanos, Gennaro de Tommaso, apodado "El Carroña", levantó el pulgar y dio el beneplácito para que se disputase el encuentro.

Momento en el que el líder de los ultras del Nápoles, Genny "a Carogna",
da el visto bueno para que se juegue la final

Para el periodista Alberto Giorni, este hecho "es la demostración de la completa superioridad de los radicales sobre la autoridad impotente, una auténtica vergüenza". O peor aún, es la reconocida evidencia de que peligrosas organizaciones criminales están muy presentes en el fútbol italiano, pues Gennaro de Tommaso, más allá de líder de los ultras napolitanos, es conocido por ser el hijo de un conocido "capo" de la Camorra, la mafia napolitana, tal y como denunciaron tras la final los medios de comunicación italianos.

Desgraciadamente, lo sucedido en el Olímpico de Roma durante la final no sorprendió a nadie en Italia, aunque sí obtuvo más repercusión mediática gracias a la difusión en vivo de todo lo ocurrido a través de las redes sociales y las distintas plataformas en Internet. Pero nadie olvida por ello la muerte en 1995 de Vicenzo Spagnolo, aficionado genovés apuñalado por un hincha milanista, ni la del seguidor alcanzado por un artefacto explosivo durante un Messina-Catania en 2001. Tampoco la del aficionado que en 2003 se precipitó al vacío desde las gradas al ser perseguido por rivales en un Avellino-Nápoles, o la del policía muerto en 2007 durante el transcurso de un Catania-Palermo.

Las muertes son la más trágica expresión de lo que se vive cada fin de semana en el fútbol italiano, un deporte del que se han alejado cada vez más las familias y quienes simplemente apoyan a su equipo a la vez que disfrutan de la sana competición. La deserción forzada de este grupo de aficionados, unida al descenso de éxitos de los equipos de la liga italiana y la crisis económica, ha contribuido en gran medida a la conversión de la mayoría de los estadios en vacías moles de hormigón.

Pancarta desplegada por los ultras del Lazio en 1999 durante el derbi contra la Roma:
"Auschwitz vuestra patria, los hornos vuestras casas"

El primer ministro de Italia, Matteo Renzi, que presenció en directo la final entre el Nápoles y la Fiorentina, aseguró tras el partido que su Gobierno haría "todo lo posible" para "devolver el fútbol a las familias", a la vez que consideró que la seguridad en los estadios "no debe ser financiada ni por los ciudadanos ni por la sociedad".

Según datos de la Federación Italiana de Fútbol, se estima que en Italia existen en torno a 65.000 ultras, agrupados en cerca de 400 grupos de distinta ideología. El dispositivo antiviolencia desplegado cada jornada obliga a movilizar al Estado a más de 5.000 agentes, con un coste de cerca de 45 millones de euros al año. En la actualidad, el ministro del Interior italiano, Angelino Alfano, trabaja en un plan para que estas medidas sean sufragadas por los clubes, al igual que ocurre de manera directa en Alemania e Inglaterra, o de manera indirecta como sucede en España, a través del diez por ciento de la recaudación de las quinielas (apuestas deportivas de fútbol).

La medida más contundente adoptada en Italia en los últimos años para disuadir a los ultras es la conocida como "Ley de discriminación territorial", que sanciona, además de los insultos racistas en los campos, los cánticos despectivos e insultos que se cruzan los seguidores de los clubes del norte con los del sur.

Lanzamiento de objetos entre seguidores del Roma y el Nápoles 
tras un gol en el Olímpico de Roma

Esta ley, que ha cerrado por varios partidos gradas enteras de estadios de todo el país durante la pasada temporada, es rechazada de manera unánime por los grupos radicales de todos los clubes del campeonato italiano, hasta tal punto que, por primera vez en la historia, los ha unido en la lucha contra un enemigo común, en este caso la Federación Italiana.

La situación es tan surrealista, que los propios hinchas radicales del Nápoles se profirieron insultos a sí mismos en uno de los primeros partidos de la pasada liga, contra el Livorno. "Estamos profiriendo insultos territoriales, ¿qué pensáis hacer ahora?, preguntaban a través de una pancarta los ultras del club.

Según el periodista Alberto Giorni, es por esto que "posiblemente" esta ley quede derogada "en un futuro no muy lejano", ya que "son muchos los dirigentes que piensan que es mejor mantener a los ultras divididos, entre ellos, que unidos, contra la propia Federación".

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1 comentario:

  1. Siempre tiene que haber fanáticos que estropeen todo lo bueno que tiene el fútbol. No me extraña que los estadios estén vacíos si la locura del sistema italiano lleva a un entrenador a tener que pedir permiso para que se dispute un partido al líder de los ultras, que para más inri está relacionado con la camorra. Qué triste y qué lamentable.

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